En noviembre de 2017 el
entonces candidato Fabricio Alvarado apenas aparecía con un 3% de intención de
voto en las encuestas. El 9 de enero de 2018 el gobierno publica la resolución
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a favor del matrimonio
igualitario en Costa Rica, la cual desde entonces se convierte en el caballo de Troya de este candidato, cuyo
discurso incendiario en contra de la homosexualidad y a favor de la familia
tradicional consiguió la adición de las comunidades evangélicas y conservadores
del país. Semanas después, el candidato se reúne con el expresidente Oscar
Arias Sánchez, luego de lo cual asegura
que nunca afirmó que salirse de la CIDH
fuera la primera opción, aun a pesar de lo manifestado en diferentes medios de
comunicación. De esta manera, el candidato evangélico por el partido
Restauración Nacional se estrena con su primera mentira, actuando en contra de
toda norma que indica que un cristiano no debe mentir.
Ahora bien, ¿los electores
que votaron por él en la primera ronda, y que no creen en el matrimonio
igualitario, le darán acaso su voto otra vez a pesar de que su sentencia de
salirse de la CIDH no es ya una opción válida? Sin duda, este exabrupto cargado
de ignorancia y hecho a la medida de su afán por conseguir votos lo pone en una
situación difícil porque pareciera ser que este podría ser el fin de su
discurso. Por un lado, su plan de gobierno es limitado, pues ni siquiera convocó
a un equipo de profesionales para hacerlo – algo difícil de imaginar en alguien
que pretende ser presidente de un país. Esto demuestra que el candidato nunca
se imaginó tener tal protagonismo, y solo presentó un plan a modo de requisito, pero sin la rigurosidad
que sí demostraron otros partidos políticos de la contienda. Por otro lado, se
sabe que el déficit fiscal es el problema más serio del país, pero en su
programa de gobierno solamente presento dos páginas con propuestas por demás risibles,
como un médico que pretende curar un cáncer a punta de acetaminofén. Esto por
solo mencionar un ejemplo.
La
dictadura de la Fe. El liderazgo
de las iglesias evangélicas se basa en que solo el pastor tiene voz y voto, por
lo que no se puede cuestionar su interpretación de la biblia. Cosa muy
diferente ocurre en una democracia o una junta de gobierno, donde sí está
permitido disentir. Esto puede verse cuando el candidato ordena a sus diputados
electos que no presten declaraciones, y en las actitudes dictatoriales de
filtrar las preguntas de la prensa. Y peor aun cuando sale un video en donde su
mentor el “apóstol” Rony Chávez se dio un autogolpe a su propia directiva de su
iglesia para quitar la junta directiva e instaurar un gobierno teocrático según
el.
Votar
por Fabricio Alvarado sería un gran salto al vacío. Tomando en consideración que su escaso plan
de gobierno no tiene lo necesario para poder solucionar los problemas del país,
aunado a la poca preparación del candidato, y no solo en relación con sus
estudios formales, sino en cuanto a su experiencia en el gobierno, pues no es
lo mismo ser diputado que miembro del poder ejecutivo, lugar desde donde se tiene
que decidir sobre asuntos políticos, económicos, ambientales, etc., votar por Fabricio Alvarado sería un gran
salto al vacío. Ojala este tipo de
personas que se creen seres iluminados y capaces de imponer decisiones sobre
las de los demás no logren ser gobierno en Costa Rica.