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jueves, 29 de enero de 2015

Salarios competitivos en las Universidades

El periódico La Nación , en su editorial del 7 de enero, hace la siguiente afirmación: “Como resultado de los injustos y caros sistemas de remuneración, un profesor con 20 años de servicio, por simple antigüedad, puede ganar hasta tres veces más que un profesional nuevo, con formación académica igual o mejor y, probablemente, más actualizado e innovador”. Esta afirmación es errónea, es como pedir que un joven abogado gane igual que un magistrado que tiene muchos años de ejercer el derecho.
El régimen de remuneraciones de las universidades públicas es el mejor y más meritocrático que existe en el mercado laboral público. Para que un profesor llegue a ser catedrático tiene que acumular experiencia profesional, atestados académicos, publicaciones e investigaciones; es decir, no es lo mismo un profesor instructor que un catedrático. Sin embargo, La Naciónse esmera en hacer ver que en los salarios de los profesores existe cierto despilfarro de recursos.
Para llegar a ser un país desarrollado existen tres vías: capital humano, aumento del capital y aumento de la tecnología. Para lograr el primero y el tercero necesitamos universidades públicas competentes.
¿Cuál es el requisito para ser diputado? Solamente ser costarricense. Gracias a esto Silvia Sánchez, joven e inexperta diputada, gana más que catedráticos que han realizado doctorados en el extranjero, publicado libros y realizado ponencias en el extranjero. El caso de esta diputada sí constituye un despilfarro de recursos, que el Estado debería regular.
Profesores calificados. El trabajo de un catedrático es igual que el de un magistrado: tienen que publicar libros, tener un doctorado en su especialidad y acumular experiencia profesional en su campo. Por todo esto considero que los catedráticos deben ganar igual que los magistrados, como ocurre en otros países del mundo. Es como pedir que un joven periodista que viene de hacer un postgrado en el extranjero gane igual que el director del periódico. Señores de La Nación, sean más serios y rigurosos en sus análisis. No se puede afirmar tan alegremente el demérito de aspectos tan importantes como la formación de los profesionales de nuestro país. Debemos exigir que los profesores universitarios tengan el conocimiento y la experiencia adecuada para formar a nuestros estudiantes.
En las universidades de EE. UU. y Chile, con el fin de atraer a los mejores profesores de negocios a sus facultades, se contrata a los mejores gerentes generales de las empresas, a quienes se les paga el salario de mercado que obtienen al ejercer su puesto.
Por lo tanto, si queremos apuntar a ser un país desarrollado, se deben tener universidades de primer nivel, para lo cual es necesario lograr atraer el mejor recurso humano. Para ello, sin embargo, hay que tener salarios competitivos, muy al contrario de lo que afirma La Nación en su editorial de marras.
Publicado en La Nación el 29/1/2015
http://www.nacion.com/opinion/foros/Salarios-competitivos-universidades_0_1466453341.html

lunes, 26 de enero de 2015

¿Por qué algunos productos que se producen en Costa Rica son más altos que otros que se producen en el mundo?

Una de las principales causas por la cual todavía existe una preponderante desigual en la distribución de la riqueza en algunos países, sobre todo los latinoamericanos, es por la existencia de monopolios (una sola empresa que vende el producto o servicio) y aranceles altos (impuestos que se cobran a la importación de productos) en la estructura productiva y comercial de esos países.

Cuando se privatizó Teléfonos de México se pasó de un monopolio público a uno privado; éstos son todavía más sanguinarios, pues se apoderan del enorme excedente del consumidor para apropiarse y hacerse ricos a costa del sufrido cliente, o sea de todos nosotros. Los mexicanos, con salarios diez veces menores que los europeos y norteamericanos, tenían que pagar por el servicio telefónico en su país diez veces más que en Europa y EEUU. De esta manera, Carlos Slim llegó a ser el segundo hombre más rico del mundo.

En EEUU existe una ley que prohíbe la existencia de monopolios denominada la “Ley Sherman”. Esta ley le exigió a Microsoft  pagar una multa multimillonaria por prácticas monopólicas. Así es cómo todo Estado debe proteger a sus ciudadanos de los voraces monopolistas. Para explicar un poco este tema vamos a ver el siguiente análisis.

Mientras más cerrada es una economía (presencia de monopolios y aranceles altos a los principales productos), más altos son los precios de los productos nacionales o importados en dicha economía. Ejemplo de ello son los programas de software de Microsoft en el mundo, el precio de la leche, la electricidad, el arroz y los frijoles en Costa Rica. En cambio, mientras más abierta sea una economía (apertura comercial, aranceles bajos, eliminación de monopolios), los precios de los bienes y servicios nacionales o importados son más bajos. Este es el caso de la telefonía celular, los seguros y los créditos bancarios en Costa Rica.

Lo que ocurre en Costa Rica. En Costa Rica todavía existe un 20% de la población que vive en condiciones de pobreza, esto según el Instituto Nacional de Estadística y Censos. Es decir, existen novecientas veinte mil personas que ganan 200 mil colones al mes y que se consideran pobres. ¿Es justo que paguen más por la leche, el arroz, los frijoles y la electricidad que otros países del mundo?

En economía existe una herramienta muy importante que se llama el beneficio-costo,  la cual trata de sopesar en la balanza los beneficios y los costos a la hora de tomar una decisión económica a nivel familiar, empresarial, municipal y de Gobierno. ¿Es justo beneficiar a un grupo de productores con aranceles altos y estructuras monopólicas en desmedro de cuatro millones seiscientos mil habitantes? ¿Es justo que una familia de bajos ingresos, cuya mayor parte de su renta la consume en alimentación, tenga que pagar por algunos productos y servicios mucho más que en Europa y otras partes del mundo? Cuando esto sucede, la parte del excedente del consumidor pasa a las manos del productor para que se haga más rico, porque el Estado, a través de políticas mercantilistas y -sobre todo- perjudiciales para las de personas de menores ingresos, ha permitido que sucedan estas cosas. Como dice Xavier Serbia, “Toma nota.”

¿Qué debe hacer el Gobierno? El objetivo de todo Gobierno que se digne de proteger a sus conciudadanos es eliminar todo tipo de monopolio, sea público o privado, porque son muy dañinas para la economía en su conjunto, y sobre todo para las clases económicas más desprotegidas. Este segmento de la población gasta sus escasos recursos económicos en comida, electricidad, pasajes de bus, alquileres de vivienda, etc. Asimismo, es responsabilidad del Gobierno contribuir con los procesos de apertura comercial para bajar a cero los aranceles de los principales productos de la canasta básica familiar. Sin embargo, es aquí donde saltan los populistas para afirmar: “La seguridad alimentaria… ¡Debemos producir lo que nos vamos a comer!”. Pero eso es un cuento que nos han vendido desde hace muchos años. Singapur, por ejemplo, es un pequeño país que no tiene recursos naturales y no siembra ni produce alimentos de primera necesidad; era un país pobre, mucho más pobre que muchos países latinoamericanos como Nicaragua y Bolivia. Hoy, es un país rico que importa lo que su población consume y que tiene los recursos económicos para hacerlo debido a su ingreso per cápita de 55 182 dólares.


Por lo tanto, para contribuir con la disminución de la injusta distribución de la riqueza, mejorar la calidad de vida de los habitantes de un país y disminuir la inflación, los gobiernos deben eliminar los monopolios públicos y privados, y contar con procesos de apertura comercial (disminución de los aranceles de los productos importados). Costa Rica ya inició la apertura del mercado de las telecomunicaciones y los seguros, logrando en ambos casos un aumento en los servicios y una disminución de los precios, lo que ha beneficiado a los consumidores. Al obligar a los productores a ser más eficientes se incide positivamente en el mercado de los supermercados, para el beneplácito de los que menos tienen. Falta entonces que ocurra lo mismo con la leche, el arroz,  el pollo y los frijoles.